Ama cuando estés listo, no cuando estés solo.





Ama cuando estés listo, no cuando estés solo. Walter Riso

Se pueden amar de tantas formas y desde tantos lugares que resulta abrumador saber cómo uno está queriendo y desde qué lugar lo está haciendo. Aún así, por muy abrumador que pueda resultar, no es menos necesario realizarse esta pregunta.

¿Y desde qué lugares se puede amar? Infinitos lugares como infinitas mochilas, historias o vidas que cada uno llevamos sobre nuestras espaldas.

El amor es eso que todos intentamos vivir. Algunos saltamos al vacío a por el intento de describirlo, jamás en pocas palabras, porque el amor son tantos aspectos que uno se queda con la sensación de que nunca podrá abordarlo del todo. Porque, también es cierto, que el amor es subjetivo y es único para cada individuo.

Se puede amar con la cabeza y no con el corazón. Se puede amar desde la soledad y no desde la vida. Se puede amar desde la comodidad y no desde el riesgo de entregarse. Se puede amar a media voz en lugar de darse por entero. Se puede amar con sueños o desde los vacíos. Se puede amar a alguien sin estar amándole a él particularmente, amando lo que se espera de alguien y no a quien es ese alguien. Se puede amar a alguien para aceptarse a uno mismo, para disfrutar de esa admiración o adoración que el otro devuelve. Se puede amar por deseo de compartir la vida y de crecer con alguien. Se puede amar hasta perderse uno o amar desde una individualidad a ratos compartida. Se puede amar a una persona o se puede amar a cientos. Se puede amar de tantas maneras como individuos e historias nunca escritas.

Por ello, es importante que uno se pare a preguntarse desde qué lugar está amando porque eso le estará dando pistas de en qué lugar se encuentra y qué tipo de relación es la que puede obtener de ese amor.

Por supuesto, a veces, cuando estamos sumergidos en la relación, no nos damos cuenta de la manera en la que nos estamos relacionando, vinculando o amando – llamarlo como más os guste -. A veces, necesitamos que las cosas se terminen para mirar con retrospectiva la relación y poder valorar qué es lo que uno estaba ofreciendo y qué es lo que ha recibido de ello.

Ni si quiera en esos momentos es tarde para reflexionar sobre la relación. Es más, cada vez que se produce una ruptura de amor (pareja, amigos, familia…) sería fundamental poder pararse a pensar qué tipo de amor estaba en juego, qué es lo que uno buscaba y que tenía, qué quería ofrecer y qué es lo que realmente ofrecía. Es decir, como popularmente se dice ¿Qué fue lo que falló? y lo que podría continuarse como ¿Qué aprendí de esta relación?.

Una de las conclusiones que saqué del libro “El amor que nos cura” de Boris Cyrulnik es que el amor de la pareja es el que puede sanar determinadas partes -traumas- de la vida y hay amores que simplemente tienen en ese objetivo. A raíz de este libro, un colega me comentaba que hay parejas que sanan esas partes dolientes del alma y que, cuando ese dolor o ese trauma ha cesado, ese amor se acaba diluyendo y se termina. Ese amor ha cumplido su función y era amor, no hay duda de ello, pero podía estar mantenido por heridas, por enganches que no percibimos.

Con este artículo, no pretendemos compartir una verdad de vida, porque la vida está llena de verdades personales y contradictorias. Sólo queremos invitaros a una reflexión sobre la forma de amar, de vincularse y compartir.

Por ello, cuando leímos la frase “Ama cuando estés listo, no cuando estés solo” (Walter Riso) me pareció una genialidad que quiero acompañar con esta otra cita de Mandy Hale “Hasta que no te sientas cómodo estando solo, nunca sabrás si estás eligiendo por amor o por soledad” y nos lanzamos a escribir esta reflexión a medias tintas.




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