El duelo para ser sanado tiene que ser llorado.




Llorar, gritar, pelear contigo misma pero desde un dolor consciente,  dejando la culpa de lado, y sobretodo haciendo consciente que “él” ya no tiene las respuestas que buscas para sanar tu corazón roto.



Y como dice Jorge Bucay en el camino de las lágrimas:

Date el permiso de sentirte mal, necesitado, vulnerable...
Puedes pensar que es mejor no sentir el dolor, o evitarlo con distracciones y ocupaciones pero, de todas maneras, con el tiempo lo más probable es que el dolor salga a la superficie.
Mejor es ahora. Acepta que posiblemente no estés demasiado interesado en tu trabajo ni en lo que pasa con tus amistades durante un tiempo, pero metete en el duelo con todas sus consecuencias. Tu vida será diferente mientras recorres este camino, muy probablemente tendrás que cambiar transitoriamente algunos hábitos, seguramente te sientas vacío...



Permítete sentir el dolor plenamente porque el permiso es el primer paso de este camino y ningún camino se termina si antes no se comienza a recorrerlo.
Abre tu corazón al dolor:

  • Registra y expresa las emociones que surjan, no las reprimas.
  • No te hagas el fuerte, no te guardes todo para adentro.
  • Con el tiempo el dolor irá disminuyendo. Si hay algo que siempre alivia el trayecto es justamente encontrar la forma y darse el permiso de sentir y expresar el dolor; la tristeza, la rabia, el miedo por lo perdido recorrer el camino de punta a punta es condición para cerrar y sanar las heridas.




Permítete llorar.


Te mereces el derecho de llorar cuanto sientas. Posiblemente sufriste un golpe brutal, la vida te sorprendió, los demás no supieron entender, el otro partió dejándote solo. Nada más pertinente que volver a nuestra vieja capacidad de llorar nuestra pena, de berrear nuestro dolor, de moquear nuestra impotencia. No escondas tu dolor. Comparte lo que te está pasando con tu familia y tus amigos de confianza...Llorar es tan exclusivamente humano como reír. El llanto actúa como una válvula liberadora de la enorme tensión interna que produce la pérdida. Podemos hacerlo solos si esa es nuestra elección, o con nuestros compañeros de ruta para compartir su dolor, que no es otro que nuestro mismo dolor. Cuando las penas se comparten su peso se divide. Cuando el alma te duele desde adentro no hay mejor estrategia que llorar.

No te guardes todo por miedo a cansar o molestar. Busca a aquellas personas con las cuales puedes expresarte tal como estás. Nada es más impertinente y perverso que interrumpir tu emoción con tus estúpidos condicionamientos de tu supuesta fortaleza protectora del prójimo.

Dicen que el tiempo lo cura todo. Pero cuidado, el tiempo solo quizás no alcance lo que realmente puede ayudar es lo que cada uno hace con el tiempo.
NO te hagas expectativas mágicas. Estate preparado para las recaídas. Un suceso inesperado, una visita, un aniversario, la Navidad te vuelven al principio, es así.

Sé paciente. 
No te apures. 
Jamás te persigas creyendo que ya deberías sentirte mejor. Tus tiempos son tuyos.

Recuerda que el peor enemigo en el duelo es no quererse.



Tendremos que ordenar los sentimientos que tenemos, ponerles nombres, entender por qué están ahí y no desaparecen, y sobre todo aceptar que si están ahí es por algo y que si los asimilo, los siento y los acepto, estoy dando los pasos más importantes para pasar página de este dolor y seguir con mi vida sin ese equipaje tan pesado. El camino no es fácil, pero es sencillo.

Del libro: El camino de las lagrimas de Jorge Bucay.

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