¿De qué huyes? si lo que llevas dentro te sigue a todas partes




William Shakespeare, a quien algunos han calificado como “el psicoterapeuta más brillante que nunca trató a un paciente”, describió la sensación de culpa en Macbeth como “la fiebre convulsa de la vida”. 


De hecho, quienquiera que se haya sentido culpable sabe por experiencia propia que la culpa es un dardo que duele continuamente. Aunque por momentos parece que ha desaparecido, el dolor regresa con mayor intensidad cuando menos se espera.


Sin duda, es una situación difícil de sobrellevar, pero es aún peor sentirse culpable sin reconocer conscientemente esa sensación y vivir arrastrando esas interrupciones crónicas que pueden aparecer de mil maneras provocando desazón y sufrimiento. En esos casos la angustia es doble porque nos sentimos mal sin siquiera saber por qué.


El problema es que, en algunos casos, cuando comenzamos a sentirnos culpables nuestros mecanismos de defensa se activan para negar o reprimir esa sensación que, de cierta forma, habla mal de nosotros y provoca una disonancia cognitiva. Oscar Wilde lo resumió con gran maestría en una frase: "El hombre puede soportar las desgracias accidentales que llegan desde fuera, pero sufrir por su propia culpa, esa es la pesadilla de la vida".


Sin embargo, debe quedar claro que esconder un contenido psicológico no significa eliminarlo. Esa sensación de culpa, que se mantiene atrapada en el subconsciente, sale a la luz en pequeños detalles cotidianos. De hecho, para Freud muchos de los actos erróneos eran señales de una culpa reprimida que se liberaba a través de palabras o actos aparentemente equívocos e inocuos.

Las señales que indican que estás reprimiendo la culpa


1. Pierdes la paciencia a menudo

Para reprimir la sensación de culpa se necesita una gran energía psíquica. Dado que esa energía no es inagotable, lo que ocurre es que la desvíamos de otros procesos psicológicos, como el autocontrol. Por eso, uno de los signos que indican que estamos reprimiendo la culpa es perder la calma a menudo y reaccionar de manera exagerada ante los estímulos dejándose llevar por los primeros impulsos sin meditar las consecuencias de nuestros actos y palabras. 

2. Haces bromas inadecuadas

El sentido del humor es una capacidad compleja, particularmente susceptible cuando nos sentimos culpables. Platón, por ejemplo, creía que el humor es una manifestación de superioridad que experimentamos sobre quienes consideramos menos afortunados que nosotros. Cuando nos sentimos culpables, a menudo atacamos a los demás con el humor ya que lo utilizamos como un arma para desplazar nuestros sentimientos, intentando que la otra persona se sienta culpable. Por eso, en muchos casos la tendencia a culpabilizar a los demás esconde una culpa interior no reconocida.

3. No aceptas ninguna crítica

Cuando nos enfadamos con las críticas, incluso aquellas que pretenden ser constructivas, generalmente es porque sentimos que están atacando nuestro ego. Dado que ese ego ya está sensible y adolorido por la culpabilidad, se vuelve hipersensible a las críticas. Por eso, ponerse a la defensiva ante las críticas y reaccionar de manera exagerada ante todo lo que nos digan suele ser indicador de que existe un problema que debemos resolver o algo que no deseamos aceptar.

4. Desarrollas una actitud paranoica

Shakespeare también decía sobre la culpabilidad: “La sospecha siempre persigue a la mente culpable; el ladrón teme que cada arbusto sea un policía”. Al sentirnos culpables, somos más propensos a temer que otras personas puedan hacernos daño, por lo que terminamos desarrollando una actitud paranoica. Es un mecanismo de defensa según el cual, pensamos que los demás no son dignos de confianza, cuando en realidad se trata de una sensación proyectada de cómo nos sentimos hacia nosotros mismos.

5. Te disculpas por todo

En algunos casos, sentirse culpables se expresa a través de comportamientos autoincriminatorios. Esto nos lleva a pedir disculpas por todo, incluso por cosas que no son nuestra responsabilidad. El problema es que aunque “eliminamos” de la consciencia el evento que generó la sensación de culpa, esta se mantiene latente y, al sentirnos culpables, intentamos expiar esa sensación a través de otros sucesos. Es como si nos castigáramos inconscientemente por algo que hicimos, asumiendo la responsabilidad por cosas que no hicimos.

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