La responsabilidad al terminar una relación.





Las rupturas son un acto de responsabilidad que pretenden ser el remedio o la salida a un estado de tensión, desequilibrio o estancamiento de lo que fluía y ya no fluye. Por desgracia, muchas veces olvidamos la parte que se refiere a “responsabilidad” y sólo nos quedamos en el acto, en el “quitárnoslo de encima”.

Llegamos, tocamos y nos vamos. Como si del crimen perfecto se tratase: “no dejamos ni huella”.

La ruptura de cualquier tipo de relación (amistad, laboral, pareja, etc.) se expresa finalmente mediante una acción física, pero es un proceso tanto intrapsíquico como interrelacional que va desde: un malestar e inquietud individual y/o de la relación, pasando por la necesidad de cambio, el desacople de la relación, la crisis manifiesta y no resuelta, la quiebra, el post síndrome de abstinencia y la transformación vínculo.

Sin embargo, será la madurez emocional de los miembros implicados, la capacidad de autocrítica, el apego desarrollado y lo integrado de anteriores duelos, lo que se reflejará en cómo nos posicionemos y vivamos la ruptura.

A otra cosa mariposa

Decidir de forma responsable y madura alejarte de una relación en la que antes estabas de manera más o menos presente, no es baladí, es una decisión cuanto menos incómoda y cuanto más dolorosa, que demuestra un compromiso y un respeto con uno mismo y con la persona con la que estábamos relacionándonos. Por ello dedicarle un tiempo a darle el valor que merece minimizará los efectos en ambos.

“No le dije nada. Simplemente desaparecí poco a poco. Yo creo que tuvo que darse cuenta, porque antes nos escribíamos prácticamente a diario y de repente dejé de contestar… pero sólo hemos estado 5 meses juntos y no teníamos nada, yo lo dejé bien claro desde el inicio”.

Una cosa es no tener una etiqueta que “certifique” que se es pareja y no forzar las cosas y otra esconder nuestra incapacidad de afrontar maduramente una decisión legítima como la de cortar lo que había, con una racionalización defensiva del tipo “no éramos nada”

El trabajo con las gestalts inconclusas son uno de los motivos por los que más se acercan a mi consulta en los últimos años. Es en el propio espacio de la terapia donde acompañamos al paciente a concluir e integrar esos vínculos que bien no cerraron o bien lo hicieron de una manera traumática por el hecho de no haber sido conscientes de la importancia que tenía a nivel intrapsíquico e interpersonal. Muchas veces estas rupturas conectan con los episodios de despedidas no resueltas en la propia infancia, reforzando aún más los bloqueos y aumentando los mecanismos de defensa.

Quizá para una de las partes pueda ser más doloroso que para la otra, pero ambos han estado danzando en esa unión durante ese tiempo. Recordemos que si uno no es capaz de asumir sus propias motivaciones y sentimientos reales con honestidad, y en su lugar tiene miedo de expresarse por salir herido o dejar herido al otro, no encontrará un espacio donde poder sanar las heridas relacionadas con el apego y el rechazo. Las dos heridas, según la filosofía zen, más relacionadas con el sufrimiento.

Algo similar pasa en esas díadas de amistad simbióticas y que de la noche a la manaña, una de las dos partes hace un “abracadabra” y desaparece como el humo, sin poder asumir la otra parte que esa etapa -por el motivo que sea- ya no continua igual, está caduca y que es mejor tomar distancia y evolucionar por separado.

Actualmente, tal y como acertadamente exponía el sociólogo Zygmunt Bauman en “El amor en tiempos líquidos” las relaciones entre las personas se hacen y deshacen con una facilidad que a veces resulta abrumadora. Los lazos afectivos parecen haber adquirido un cierto carácter industrial. Las relaciones se valoran por su utilidad (¿me encajas? ¿me sirves? ¿me convienes? ¿me complementas?) y se desechan cuando no son rentables.


Recuerdo mientras escribo el bello paisaje de El Principito que enmarca un poco la reflexión que trato de trasladar a este escrito:

Principito: – ¿Qué significa “domesticar” ?

Zorro – Es algo demasiado olvidado – dijo el zorro. – Significa “crear lazos…”

Principito: – ¿Crear lazos?

Zorro: – Claro. Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo…

Principito: – Comienzo a entender . Hay una flor… creo que me ha domesticado…

/…/

Zorro: – Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante. Los hombres han olvidado esta verdad. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…

Principito: – Soy responsable de mi rosa… – repitió el principito a fin de recordarlo.

¿Significa esto entonces que tengo que estar “atado” al otro por el simple hecho de que compartimos un lazo en su momento? Aunque técnicamente así sería por la Ley del entrelazamiento cuántico, a nivel práctico y saludable: absolutamente no.

Sólo se trata de ser responsable con lo que ambos construyeron y ritualizar en la medida de lo posible el cierre del mismo. Ya haya sido una relación de pareja, de amantes, de amistad (o incluso laboral).

Si el tipo de relación lo merece y ha habido respeto y madurez aún siendo poco el tiempo el transcurrido juntos, el darle al uno la oportunidad de escuchar las motivaciones, las reflexiones y los sentimientos que están debajo de la decisión y a su vez oír del otro lo que siente respecto a esa determinación, -con la que puede estar de acuerdo o no- es darle un sentido a lo (mucho o poco) que significó ese tiempo y espacio interno compartido.


Comentarios

  1. Exacto, la responsabilidad de tener el valor para decir las cosas y sentimientos a tu pareja es lo que realmente debe importar, porque huir sin aviso y tratar de culpar a otro es de cobarde e inmaduro.

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