Cuáles son las fases del duelo y cómo identificarlas



Los duelos forman parte de la vida de toda persona. Son una reacción emocional básica ante la pérdida. Aunque siempre los vivimos con sufrimiento y con dolor, una buena elaboración puede ayudarnos a generar nuevas capacidades personales, aumentar nuestro autoconocimiento y fomentar una relación distinta con nosotros mismos y con los demás.

Cuando finalizamos el proceso de duelo que empezó en la pérdida, podemos terminar con la aceptación, adaptación a la nueva realidad, e incluso con un crecimiento personal que nos ayuda a seguir adelante.

¿Qué entendemos por duelo?

La palabra duelo hace referencia al conjunto de procesos psicológicos, emocionales y sociales que nos suceden cuando perdemos a alguien con quien estábamos emocionalmente vinculados. El abanico de emociones que podemos sentir ante esa pérdida es muy diverso y nunca es exactamente el mismo para todas las personas.

En algún momento del duelo, generalmente en sus fases iniciales, podemos sentir que eso que nos invade no va a cambiar, que es algo estático, inamovible, para siempre. Pero el duelo es un proceso y evoluciona a lo largo del tiempo gracias al trabajo emocional que realizamos, generalmente con la ayuda de nuestros seres queridos, para conseguir lo que llamamos la elaboración del duelo.

¿Cuándo ponemos en marcha un proceso de duelo?

Como ya hemos señalado, el duelo se da ante la pérdida. Ésta puede deberse a la muerte de un ser querido, o a una separación, de la pareja o de una amiga o amigo. Pero esa pérdida no siempre la vivimos respecto a seres queridos, sino que, también la experimentamos en los cambios de etapa vital.

Por ejemplo, ante pérdidas de salud, de trabajo, en cambios de lugar de residencia, o incluso ante los cambios en ideales y valores propios de nuestra evolución personal.

Ante ello se ponen en juego un conjunto de procesos psicológicos y emocionales que llamamos las fases del duelo. Pese a la existencia de estas fases, sabemos que el proceso no es siempre lineal (hay idas y venidas entre las fases) y no siempre es el mismo para cada persona. 

¿Cuáles son las fases del duelo?

Las fases del duelo han sido ampliamente estudiadas y son diversos los esquemas que hacen diferentes autores. Utilizaremos en modelo de Elisabeth Kübler Ross, propuesto para el duelo en la muerte de un ser querido.

Es importante que sepamos identificar las diferentes fases del duelo, comprendiendo y conociendo su función para no quedarnos encallados en ninguna fase y poder elaborar la pérdida de forma sana. 

Fase de negación y aislamiento

-:“Esto no me está pasando de verdad”.

En esta primera fase podemos sentir que lo que ha ocurrido no es real, quizá aún no somos capaces de comprender a nivel emocional la pérdida (“estoy bien”), y muchas de nuestras emociones permanecen congeladas, como si no se atrevieran a mostrarse. Esta fase actúa como un mecanismo de defensa que nos permite sentir sólo el dolor que somos capaces de soportar.

Incluso, nos puede servir para hacer frente a todas las tareas y gestiones concretas que debemos hacer tras la muerte de un ser querido. El sufrimiento en esta fase, al no mostrarse emocionalmente, puede aparecer a través del cuerpo, a través de somatizaciones: insomnio, pérdida de apetito, fatiga, etc.

Pasado un tiempo es esperable que podamos empezar a sentir incertidumbre, angustia, anhelo y búsqueda de lo perdido. La elaboración de esta fase nos lleva al reconocimiento emocional y cognitivo de la perdida: (“Ahora comprendo que se ha ido”).

Fase de ira y protesta

-:¿Por qué me pasa esto a mí?

En esta fase ya hemos reconocido la pérdida, somos conscientes a nivel emocional y psicológico de la realidad, y empezamos a sentir el vacío que nos ha quedado. Es una fase de gran ambivalencia, donde podemos sentir muchas emociones a la vez. Este darse cuenta de lo ocurrido, nos puede llevar a sentir miedo ante el futuro que nos espera, sentimientos profundos de pena y añoranza hacia la persona perdida, y nos puede hacer sentir muy furiosos.

Nos podemos sentir dolidos, abandonados, enfadados con los demás, con nosotros mismos y hasta con la persona perdida por habernos dejado, lo que nos genera profundos sentimientos de culpa muy habituales en los duelos.

Las emociones de ira, culpa o resentimiento alternan en esta fase con emociones de tristeza, anhelo, añoranza, desesperanza o apatía. Es de esperar, que en la resolución de esta fase, sean estas emociones las que acaben predominando, pues nos ayudan a seguir elaborando el duelo, por encima de la ira y la culpa que nos enfrentan con los demás y con nosotros mismos.

Fase de negociación y pacto

:-¿Qué habría pasado si yo…?

En esta fase empezamos a asimilar la pérdida pero ponemos en marcha un último mecanismo de defensa para evitar la dolorosa aceptación. Se trata de una especie de diálogo interno, con nosotros mismos, con Dios o con el universo, dónde tratamos de negociar lo que estaríamos dispuestos a hacer para evitar la pérdida, o cuánto es el dolor que estamos dispuestos a sufrir.

A menudo, nos preguntamos qué podíamos haber hecho para evitar lo ocurrido. Son pensamientos que no están al servicio de la realidad, pues sabemos que no podemos hacer nada, pero son un último intento antes de aceptar la realidad.

Fase de depresión

-:"No puedo soportar tanto dolor".

En este momento el reconociendo de la perdida es total. Podemos sentir muchísimo dolor, incluso pensar que ese dolor es demasiado para nosotros. Aún podemos sentir ira o culpa, pero estas ya no están tan presentes si la elaboración del duelo está siendo sana.


“Es el otro, o simplemente el llorar con otro, lo que da significado a las lágrimas”.

-Jorge Luis Tizón-

Las emociones de tristeza, pena, añoranza y temor ante el futuro son las que toman más relevancia.El predominio de estas emociones nos permite enfrentar el dolor, y dejarnos acompañar por nuestros seres queridos, para poco a poco poder darle un significado.

Fase de aceptación

“Voy a seguir adelante”

Cuando hemos llegado a esta fase, la tristeza sigue presente, pero ha cambiado de color, ya no es tan intensa y profunda. De alguna forma hemos aprendido a convivir con la perdida, hemos dejado ir un poco a la persona querida y podemos empezar a mirar al pasado sin tanto dolor y al futuro sin tanto miedo.

Aparece la esperanza, la confianza en nosotros mismos y en los demás, y los sentimientos amorosos predominan sobre el miedo, el resentimiento o la desesperanza.

Podemos tolerar e incluso buscar el recordar a la persona perdida, pues nos genera emociones tolerables y enriquecedoras. A la vez, nos sentimos de nuevo con la capacidad de amar en un sentido global, amar las cosas y las personas, y conectarnos de nuevo con la vida, ahora con un mayor autoconocimiento y habiendo generado nuevas capacidades.

¿Es lo mismo duelo que depresión?

No, no es lo mismo. Ciertamente, en un proceso de duelo vivimos fases donde sentimos afectos depresivos, pero la pena, la tristeza o la aflicción son emociones básicas humanas que nos sirven para conectar con la pérdida, para dejarnos cuidar y para elaborar el duelo.

La diferencia fundamental entre duelo y depresión es que el primero es una reacción natural, las emociones están más conectadas con la pérdida, son menos estables y menos invalidantes.

¿Cómo sabemos si ha acabado nuestro duelo?

Hablar del final de un duelo es algo que nos obliga a entender que este proceso no acaba nunca al cien por cien. En algún momento de nuestra vida, generalmente ante un nuevo duelo que puede ser de menor o mayor intensidad, revivimos emociones que nos conectan con los duelos pasados, aunque lo hacemos con una intensidad menor, mucho más tolerable. Aun así, podemos hablar de que nuestro duelo está elaborado cuando:
Hemos aceptado la pérdida y comprendemos que no volverá. Esta aceptación no nos causa un dolor intolerable.

Podemos recordar a la persona perdida, con cierto dolor, pero también con afectos más cercanos a la añoranza, el amor o la alegría por lo vivido con ella.

Los recuerdos se vuelven más positivos, nos trasladan a momentos felices con la persona perdida.

Somos capaces de volver a amar, interesarnos, sentir curiosidad y deseo de conectar con otras personas y experiencias.

¿Cómo saber si deberíamos pedir ayuda?

Una de las características típicas en un proceso de duelo es que nos atemoriza pensar que quizá no podremos superarlo y no sabemos si lo que nos está pasando es normal o si deberíamos pedir ayuda.

Como ya hemos dicho, el duelo es una reacción natural y adaptativa, donde tenemos que poder tolerar el tiempo que requiera el proceso. Aun así, hay circunstancias que nos pueden hacer sentir bloqueados y/o que nuestro duelo no avanza. Nos podemos sentir atrapados en algunas de las fases, por ejemplo:

  • Siendo incapaces de sentir o de expresar las emociones del duelo.
  • Quedándonos estancados en las emociones más intensas de ira, culpa o tristeza profunda.
  • Con dificultades para decir adiós y soltar definitivamente a la persona perdida, sin poder recordarla porque nos es demasiado doloroso.
  • Sintiéndonos incapaces de volver a sentir esperanza, solidaridad y amor hacia nosotros mismos y hacia los otros. 
“Las lágrimas que no se lloran, ¿Esperan en pequeños lagos? ¿O serán ríos invisibles
que corren hacia la tristeza? 
-Pablo Neruda-

Todas las personas necesitamos ayuda para elaborar nuestros duelos, y aunque esa ayuda pasa fundamentalmente por el apoyo de nuestros seres queridos, a veces podemos sentir que eso no nos es suficiente y creemos que necesitamos una ayuda profesional.

Fuente: psicoemocionat.com

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